Si en la lucha el destino te derriba. Si todo en tu camino es cuesta arriba. Si tu sonrisa es ansia insatisfecha. Si hay faena excesiva y mala cosecha. Si a tu caudal se contraponen diques, date una tregua, ¡pero no claudiques! (Rudyard Kipling, escritor primoroso y posiblemente Bukanero emérito).
Hasta el Rayo Vallecano tiene un barrio detrás (Carlos Marañón, director de Cinemanía y perico confeso, con pena hacia el status de su equipo en Barcelona y cariño y respeto hacia el barrio).
El día que no se pudo despedir, Santiago Comesaña, con algo de emoción, era interrogado por el reportero de la tele por el homenaje, merecido sin duda, a su entrenador, Andoni Iraola el día de su adiós de la grada de Vallecas.
Santi, apenas pudo contener unas vagas frases de despedida y una felicitación al “mister” mientras su mirada se iba hacía la celebración para Andoni que también debía ser suya.
El hombre que vino de la lluvia recibió su homenaje del cielo antes que de la afición, unos centrados en Andoni, otros obcecados en no reconocer la valía del seis, orgullosos en negar que Santi, de zancada majestuosa, talento a veces incomprendido, y a veces muchacho que se ahogaba en una batea, mereció el aplauso unánime del templo del Santa Inés del que en su último abordaje en nuestro puerto de mar fue capitán.
Al salir de la cancha Santi C.V. (Capitán Vallecano) dejaba a su equipo con una pequeña ventaja gracias a su orgullo, a su potencia, a su terquedad y por supuesto, a su magia. Sus compañeros supieron veinte minutos antes que si Isi merecía una caricia por su pase a la red, Santi merecía abrazos, bendiciones, arrumacos y un abono a su jubilación en la terraza del fondo de Teniente Muñoz Díaz. El “gol de Santi”, porque la autoría intelectual fue de Santiago llevó su idiosincrasia. Comesaña perdió la pelota, la recuperó, la volvió a perder, la ganó, la volvió a disputar, la pasó, la recibió, galopó en soledad por la pradera de la Albufera, burló a sus rivales con una maniobra ronaldinhiana, cuerpeó con Parejo y se la dio a Palazón para que sumara un gol a su casillero. En propias palabras, Santi dijo haber llegado como un niño y marcharse hecho un hombre, pero algunos pensamos que no lo habría hecho sin conocer a su Spencer Tracy, Don Andoni Iraola Sagarna.
En “Capitanes Intrépidos“, película basada en la novela del “bukanero emérito“, un niño llamado Harvey Cheine que, digámoslo así, no ponía demasiado de su parte, cae por accidente al mar y Disko Troop, pescador y lobo de mar lo rescata. Harvey pasa tres meses con Disko en su goleta “We´re Here” y se vuelve un tipo esforzado, osado, generoso y atrevido (hay tantas coincidencias en la historia que su autor y premio Nobel podría haber sido rayista y haber conocido a Prudencia Priego, pero apuntes de su biografía hablan de un tipo racista, misógino e imperialista de derechas, así que ahí terminan los parecidos).
En el ...
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